El Reloj de la Puerta del Sol y un Relojero Leonés
Erigiéndose como uno de los iconos de Madrid, el reloj de la Puerta del Sol esconde la interesante historia de un magnífico relojero.
Hoy en día vemos relojes como el fabuloso reloj de la Puerta del Sol y no nos planteamos la importancia de saber la hora y lo difícil que tenía que ser esto antiguamente, y es que, hasta hace uno o dos siglos, saber la hora era un privilegio reservado a las clases pudientes que se podían permitir este lujo.
De ahí la importancia que tenían los relojes públicos, los cafés o el repiqueteo de las campanas. Se empezó a hacer evidente que hacía falta un buen reloj público en el centro de la capital de España, precisamente donde convergen las carreteras en el Kilómetro 0 y la numeración de las calles de Madrid .
En la desaparecida iglesia del Buen Suceso ya existía un reloj desde 1773, aunque sólo tenía manecilla para las horas, lo cual creaba un sinfín de desaguisados y terminó generando muchas protestas entre los madrileños. Incluso distintos periódicos se hicieron eco de ello hasta que en 1848 se encargó un nuevo mecanismo para el reloj y se instalaron luces de gas en la parte interior para que la esfera fuera visible de noche. Con todo, el reloj seguía sin funcionar bien y el nuevo sistema fue un fracaso.
Cuando la iglesia del Buen Suceso fue derribada en 1854, se quiso trasladar el reloj a la Casa de Correos (Gobernación por aquel entonces) pero se terminó instalando uno distinto fabricado por Tomás de Miguel. Al poco tiempo empezar las obras de remodelación de la Puerta del Sol dándole su forma actual, y se aprovechó para modificar también la torre del reloj añadiéndole una gran bola que debía caer al tocar las 12. El reloj funcionaba de manera inexacta, dando lugar a múltiples chascarrillos sobre la situación de los gobernantes que utilizaban el edificio.
Aquí aparece un personaje muy singular: el relojero José Rodríguez Losada. Leonés de nacimiento, Losada huyó de la casa familiar al perder una vaca. Terminó enrolado en el ejército durante el Trieno Liberal y perseguido durante la represión fernandina tras la vuelta del absolutismo. Terminó exiliado en Londres, donde se dedicaría a limpiar en una relojería hasta que el dueño lo contrató como aprendiz. Con el tiempo sería uno de los relojeros más reputados de la capital inglesa, fabricando relojes para media nobleza londinense e incluso llegando a restaurar el Big Ben.
Losada ya había fabricado instrumentos de alta precisión para la Marina española y recibido múltiples condecoraciones por parte del gobierno, a pesar de seguir residiendo en Londres. Durante una estancia en el Hotel París de Madrid (hoy Apple) desde donde se veía el reloj de Gobernación, Losada se quedó petrificado viendo el mal funcionamiento del aparato.
Tardaría tres años en construir el reloj de manera artesanal en Londres, su obra más personal. El 6 de noviembre de 1866 se inauguró el reloj de Losada en presencia de Isabel II. Y desde hace más de 150 años lleva dando la hora con extrema precisión salvo daños menores en la Guerra Civil y algún pequeño ajuste.
La relojería Losada (1981), llamada así en honor del relojero, es la encargada del buen funcionamiento del reloj desde 1996 tras ganar el concurso público para restaurar y mantener el aparato regalado por el verdadero Losada. El 98% de las piezas que lleva son originales. Cualquiera de sus piezas se puede desarmar sin tener que desmontar la maquinaria, lo que facilita enormemente su mantenimiento.
El poeta José Zorrilla, que coincidió con él en las tertulias del taller de Losada en Regent Street 105 en sus visitas a Londres diría sobre él:
Losada es un gran mecánico
Que alcanzó inmenso renombre,
Y, no obstante, vale el hombre
Más que su reputación.
Aunque seco, cejijunto
Y algo brusco en sus modales,
Leal entre los leales,
Tiene de oro el corazón.
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