El Puente de Segovia: El puente más antiguo de Madrid:
Majestuoso y sobrio, el Puente de Segovia se alza como una de las joyas arquitectónicas más imponentes de Madrid.
Con sus nueve arcos de medio punto y su robusta estructura de sillares almohadillados, el Puente de Segovia cruza el Manzanares con elegancia conectando el pasado y el presente de la ciudad. ¿Cuántas historias puede contar un puente que ha presenciado siglos de vida madrileña? Este puente guarda un legado fascinante: ¡es el más longevo de la capital! Un testigo silencioso del devenir histórico y un punto de encuentro donde se funden la historia y el paisaje urbano.
Con la instalación definitiva de la Corte en Madrid en 1561, durante el reinado de Felipe II, la ciudad experimentó un crecimiento sin precedentes que hizo imprescindible mejorar sus infraestructuras. Para facilitar el tránsito comercial y la conexión con otras regiones, especialmente las norteñas, en 1574 se aprobó la construcción de este puente con un presupuesto de 200.000 ducados. Gaspar de Vega, maestro mayor del rey, se ocupó de la cimentación inicial, pero tras su fallecimiento en 1577, el encargo recayó en el renombrado arquitecto Juan de Herrera, autor del Monasterio de El Escorial, poniendo la guinda al proyecto con su inconfundible estilo herreriano de inspiración renacentista. Finalmente, el puente se inauguró en 1584, reflejando el poder y la modernización de Madrid como capital del Imperio.
Cuadro Vista del Alcázar de Madrid de Félix Castello (1640), Museo de Historia, Madrid
Pasear por sus alrededores es viajar en el tiempo. Desde su inauguración, el Puente de Segovia ha sido testigo de acontecimientos históricos, conflictos, celebraciones y también de la vida cotidiana. Durante siglos, lavanderas de todas las edades acudían al Madrid ribereño para realizar su duro trabajo, creando un pintoresco paisaje de tenderetes laberínticos con blancas coladas colgando, cajones de lavado y niños jugando a orillas del río. Gracias al desarrollo de la fotografía en el siglo XIX tenemos muestras que capturaron estas escenas, donde también se encontraban vendedores de churros, pequeños huertos y rudimentarias pasarelas de madera que permitían cruzar el escaso caudal del río saltando de isleta en isleta.
Madrid nunca ha sido conocida por su río, y su modesto Manzanares ha sido objeto de burlas a lo largo de los siglos. Nuestros dramaturgos clásicos no pudieron resistirse a ironizar sobre la grandiosidad del puente en comparación con el escaso caudal del río.
Lope de Vega escribió: «Y aunque un arroyo sin brío os lava el pie diligente, tenéis un hermoso puente con esperanzas de río.»
Góngora, con su afilada pluma, tampoco se contuvo a la hora de machacar a nuestro río «Duélete de esa puente, Manzanares, mira que dice por ahí la gente que no eres río para media puente y que ella es puente para muchos mares.»
Incluso Tirso de Molina, en Cigarrales de Toledo (1624), enfatizó esta desproporción con mordaz ingenio: «El Manzanares queda visto desde arriba como un enano pigmeo, tan pequeño como feo.»
El Puente de Segovia sufrió las consecuencias de la Guerra Civil cuando, en un intento por frenar el avance de las tropas franquistas al mando del general Yagüe, el bando republicano lo dinamitó, quedando inutilizado hasta el final del conflicto. Tras la contienda, el ingeniero Vicente Olmos amplió su anchura a los actuales 31 metros. A finales del siglo XX, con la construcción y soterramiento de la autopista M-30, el puente quedó integrado en el Parque Madrid Río, transformándose en un espacio verde de paseo y recreo para madrileños y visitantes.
El puente también alberga curiosidades como su nombre original: La Puente Segoviana. En aquella época, «puente» era un sustantivo femenino, de ahí su peculiar denominación.
Otra anécdota llamativa es la de la «bola asesina». Una de las esferas de piedra que adornan el puente se desprendió tras un fuerte vendaval y, con fatal desenlace, golpeó y mató a un viandante. En un giro casi surrealista, el juez de guardia ordenó el «arresto» de la bola, que fue confinada en el patio de la Casa del Verdugo junto a la Cárcel de la Corte, actual Palacio de Santa Cruz y Ministerio de Exteriores. Este curioso castigo no era tan insólito en la época, pues se consideraba habitual castigar así “a las bestias y a los objetos inanimados que causaban algún mal”, como menciona el cronista Pedro de Répide.
Hoy, el Puente de Segovia es mucho más que un vestigio del pasado. Declarado Bien de Interés Cultural en 1996 y símbolo cultural del distrito de La Latina, está rodeado por amplias zonas verdes y conecta con lugares emblemáticos como el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Un entorno perfecto para pasear o montar en bicicleta que invita a contemplar las vistas del skyline madrileño desde un punto histórico incomparable.
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